Todos alguna vez hemos experimentado la sensación de hambre. Es entonces cuando has sentido tu estomago vacío y ha surgido la necesidad de llevarte algo a la boca. Las situaciones en las que pasas hambre de verdad, después de varias horas sin comer, las identificas sin problemas, pero ¿sabes distinguirlas del hambre emocional?
No es recomendable pasar hambre, tampoco aconsejan estar más de cuatro horas sin comer, aunque sea un tentempié. Pero no siempre comes por hambre o necesidad real de comer, a veces sirve para tapar emociones. El estrés, la tristeza, la ansiedad… tratas de sepultarlos debajo de comida poco saludable que a la larga te hará sentir peor.
Para poder parar el círculo vicioso en el que comes sin hambre para sentirte mejor, y finalmente sentirte culpable, te animo a que aprendas a distinguir entre el hambre emocional y el hambre que despierta la falta de energía en nuestro cuerpo. Identificar las características de este hambre emocional y plantarle cara, volver a coger las riendas de tu vida y de tus hábitos alimentarios forma parte del proceso.
Conozcamos alguna de las características del hambre emocional :
1. Se presenta en forma de antojos
El hambre emocional nunca te va a pedir comer un plato de verdura o una ensalada. Normalmente te pide comida pobre en nutrientes y muy calórica, como dulces, o alimentos ricos en grasas saturadas, lo que hoy en día se denomina “comida basura”.
2. Es insaciable
Cuando comienzas a notar que tienes apetito, sabes más o menos, la cantidad de comida que necesitarás comer. En el momento que se trata de hambre emocional, puedes empezar a comer sin parar, hasta sentirte demasiado lleno. Así, el hambre emocional tiene un inhibidor sobre las sensaciones de saciedad, haciendo que nos sintamos llenos más tarde del momento en el que lo estamos.
3. Intenta “llenar” un vacío
Un vacío que no está precisamente en el estómago. Surge en respuesta al malestar emocional, y en lugar de indagar en este malestar, se entierra debajo de toda esa comida con la que pretendemos conseguir alivio. Un alivio que será momentáneo y que durará mientras dure la ingesta, que por otra parte no puede ser infinita. Terminada esta, si antes nos sentíamos mal, probablemente después nos sentiremos peor.
4. Se hace en soledad
Prácticamente nadie se da un atracón de comida en compañía, es una especie de ritual que se hace en soledad. Muchas veces, la propia soledad es el detonante. Aunque también puede surgir en eventos, como bodas o cumpleaños, para ocultar emociones.
5. Produce sentimientos de culpabilidad
Sabes que no necesitabas comer esa bolsa de patatas, sube el colesterol, está llena de grasas saturadas y encima no tenías hambre, pero no has podido aplacar esa necesidad. Es común que, después de la ingesta de este tipo de alimentos, aparezcan la culpa y una necesidad de autocastigo por no haber sabido mantener el control.
6. Es un acto impulsivo
En el momento que comes para saciar tu hambre emocional, lo haces sin reflexionar demasiado, de manera impulsiva. Vas a la tienda de chucherías y compras todo aquello que crees que va a ser el “placer del día”.
7. Te evade de responsabilidades
Un día que tienes que trabajar, has quedado para ir al gimnasio o para estudiar… sin embargo, no tienes fuerzas y terminas quedándote en casa. En tu interior sabes que no has cumplido con tu obligación y puede que la ansiedad no tarde en llamar a la puerta para hacerte compañía. Es entonces cuando visitas por primera vez la nevera, buscando ese capricho que tanto te gusta para utilizarlo en forma de ansiolítico.
Una vez que terminas con ese capricho, te das cuenta de que te sientes todavía peor: ya acumulas dos culpas, la de no haber cumplido con tu obligación y la de haberte dado ese capricho. Además, te das cuenta de que mientras comías no has sentido ansiedad, así que vuelves a la nevera a por otro… y repites el proceso una y otra vez, hasta que te sientes muy muy llena.
Ideas para saciar el hambre emocional sin necesidad de atracar la nevera
Todas estas características se corresponden con el hambre emocional, ahora falta que las detectes en ti para poder identificarlo. Ahora es tu turno, es hora de combatirlo. Te dejamos algunas ideas para ayudarte en esta batalla.
1. Prueba comiendo algo sano
Si estás comiendo sin hambre real, no lo comerás o te saciarás rápido. El cuerpo te dirá que eso no es lo que quiere y tú sabrás entonces que te pretende engañar con la sensación de hambre.
2. Piensa es cuál es el problema que te produce el hambre
Cuando sabes que no es que tengas hambre, sino un capricho… piensa en qué hay más allá. ¿Tengo ansiedad producto del trabajo? ¿los problemas en mi relación? ¿llevo todo el día sin parar y al llegar a casa sigo con el mismo ritmo?
3. Haz deporte
El deporte te ayuda en dos aspectos. Primero, es una forma de descargar emociones negativas. Con el deporte se produce una liberación de endorfinas que mejoran tu estado de ánimo y se ponen de tu parte frente a cualquier foco de ansiedad. Además, después de hacer deporte el cuerpo sí que necesita energía y va a estar encantado también con la comida saludable.
4. Realiza cada día un esquema con lo que vas a comer
Esta idea va a evitar que la decisión de qué comer tenga una respuesta impulsiva. Marcando el cuándo y el cómo tendremos una referencia de los momentos en los que nuestro cuerpo va a necesitar una recarga de energía, de manera que no podrá engañarnos tan fácilmente. Además, ya habremos elegido qué nos toca comer en ese momento, haciendo más probable que la decisión sea inteligente.
5. Date un capricho de vez en cuando
Aunque el hambre emocional suele responder a comida “basura”, de vez en cuando es bueno darte un capricho, pero sin tenerlo como un hábito diario.
6. Procura comer en compañía
Cuando comes en compañía lo haces más despacio. Además, rara vez te centras solamente en tus problemas o te estancas dándoles vueltas una y otra vez. Además, dividirás el origen del placer, por un lado será la compañía y por otro al comida, de esta manera no será necesario que continúes comiendo para que se mantenga esa sensación de bienestar.
7. No utilices la comida como recompensa
A veces, cuando has tenido un mal día lo compensas con comida perjudicial, entonando un “me lo merezco”. Acostumbrarnos a compensar un mal día con este tipo de comida evita que nos hagamos con herramientas mucho más saludables para cumplir con la misma función.
8. Busca ayuda para el problema emocional subyacente
En un amigo, un familiar, tu pareja, un profesional. Está claro que los intentos por esconderlo y manejarlo en soledad no han funcionado.